LA MÀQUINA HUMANA
Oxigenar los músculos

En deportistas entrenados, la capacidad que tienen los músculos de consumir el oxígeno que les llega por la sangre a través de los vasos sanguíneos (arterias) y que viaja protegido en unas células llamadas glóbulos rojos supera con creces la capacidad que tiene el corazón de bombear sangre oxigenada. Así, la fuerza de bombeo del corazón es el factor que limita el rendimiento máximo en ejercicios de resistencia como correr, nadar o pedalear, en los que los músculos necesitan consumir mucho oxígeno para contraerse: hasta 5 litros por minuto. Por si esto fuera poco, a los deportistas de alto nivel no sólo les limita su corazón: la sangre viaja tan rápido por sus pulmones que apenas le da tiempo a oxigenarse bien. Para colmo, con el ejercicio intenso se destruyen millones de glóbulos rojos a diario. Y la médula ósea de los huesos, que es donde se producen nuevos glóbulos, no da abasto intentando reponer los destruidos. Por mucho que los riñones produzcan más eritropoyetina (EPO), que es la hormona que viaja a la médula para ordenarle que acelere su trabajo.

De modo que la ecuación es relativamente sencilla, al menos en deportes de competición: si aumentamos artificialmente el número de glóbulos rojos cargados de oxígeno que viajan por las arterias los músculos podrán consumir más oxígeno y se fatigarán menos. Un método para conseguirlo es la administración de inyecciones de EPO recombinante (rHuEPO), una hormona sintetizada por ingeniería genética y casi idéntica a la que nuestros riñones producen naturalmente. Este tipo de dopaje era indetectable hasta 2001. Desde ese año se utiliza un test que permite diferenciar, en muestras de orina, la EPO endógena, la que produce nuestro cuerpo, de la rHuEPO o exógena, consumida con fines dopantes. Como todos, este test tuvo que pasar rigurosos filtros de calidad y fiabilidad para evitar algo tan grave como puede ser un falso positivo, es decir otorgar erróneamente un resultado positivo a la muestra de un deportista inocente con el consiguiente perjuicio para su carrera deportiva y su credibilidad. Por ejemplo, este test fue publicado en 2000 en Nature, la revista científica más prestigiosa en la actualidad. Y para validarlo se utilizaron muestras de orina, que se habían conservado congeladas, de participantes del Tour de 1998. Por cierto que se hallaron rastros de rHuEPO en un buen número, aunque la identidad de los ciclistas se mantuvo en el anonimato como mandan las normas científicas. Precisamente, el anonimato sólo se puede y debe romper cuando el test ya está reconocido oficialmente como test antidopaje: por ejemplo, a partir de 2001 en el caso del citado test para detectar el consumo de rHuEPO.

Desde 1998 se han congelado todas las muestras de orina recogidas en el Tour con el fin de ayudar a perfeccionar los métodos antidopaje existentes y de poner a punto otros nuevos. El periódico francés L'Équipe asegura que algunas de las muestras de 1999 que tenían rastros de rHuEPO corresponderían nada menos que a Lance Armstrong. La polémica está servida desde todos los puntos de vista: ético y legal -¿es legal publicar la identidad de esas muestras?-, deportivo e incluso médico. En efecto, uno de los efectos secundarios de la quimioterapia contra el cáncer, como la que recibió Armstrong antes de su vuelta a la competición en 1998, puede ser la anemia. En este caso, el tratamiento con rHuEPO estaría plenamente justificado con fines médicos. Aunque se supone que un superviviente de cáncer que todavía debe seguir este tratamiento no estaría clínicamente apto para participar en el Tour.

ALEJANDRO LUCÍA
Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid


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